martes, 10 de septiembre de 2013

Exilio, Día 1

Mi padrastro (y única “figura paterna” desde el accidente de teléfono que se llevó a mi padre por delante) me despierta diciendo que en media hora vamos a ir a casa de mi abuela para quedarnos esa noche a dormir. Me viene genial para comenzar con este exilio autoimpuesto y, ya de paso, pensar. Me levanto con el cuerpo dolorido, como si Onslaught me hubiese pegado una paliza tremenda antes de irme a dormir. Supongo que mi estado anímico ha tenido algo que ver.

Tardamos más de una hora en marcharnos a casa de mi abuela. Saqué de la biblioteca tres números de la Biblioteca Marvel de Spiderman, por lo que aproveché e el coche para ver cómo se las apañaban Stan Lee y Steve  Ditko en aquella época. De fondo, mi música, como normalmente la llevo en el coche.

Llegamos y descargamos todo el equipaje. Mi hermano está en la salita donde lo ponen siempre. Me pide que le ponga un CD de los Cantajuego en el DVD portátil. Se lo pongo, me tumbo y me dice que él quiere tumbarse conmigo. De repente y sin precedente ninguno, le digo que estoy triste (sorprendente, yo que siempre me guardo todo para no joder a nadie más, vaya y le cuente algo a mi hermano). Mi hermano me pregunta por qué. Yo, de forma que él me entienda un poco y tampoco para preocuparle, se lo cuento. Me da muchos besitos en la mejilla izquierda. Es la primera vez que veo a mi hermano sensibilizarse con algo que no sea suyo, aunque sea un poco. Pasé con él lo que puede que sea uno de los mejores momentos que los dos juntos hayamos tenido jamás.

Necesitaba relajarme y distraerme un poco, por lo que en casi todo el día no hice nada. Lo más destacable es que me pasé los Metal Slug 1, 2, 3 y 4. Puede que haga algún día alguna sección para analizar videojuegos, y empiece con esta saga.

Este es el primer día de lo que cada vez parece un exilio autoimpuesto más duradero que nunca. El Tachú leyó mi anterior texto y sólo me dijo que no estaba de acuerdo con algunas cosas. Sarman me ha mandado apoyo y me ha hecho saber de su disponibilidad como buen amigo que es. Al cierre de la edición de este texto que aquí leen, nadie más ha comentado ni ha incumplido mi petición de soledad.

¿Por qué mierda la Península es tan orgullosa? ¿Por qué Europa del Este es tan inestable? ¿Por qué no pueden comportarse como dos putos países normales y dejan de pelearse? Siguiendo con la Península, ¿por qué tiene esa manía de meterse el dedo en una herida que ya debería haber estado cosida? Y cuando uno intenta aplicarle la cura que tendría que haber aplicado hace mucho tiempo, ¿por qué me pega ese puñetazo en la nariz, y se sorprende de que me cabree mientras tengo el tabique hundido y lleno de sangre? No me sentía así desde la era JP. No recordaba que doliera tanto. No recordaba que fuera tan impotente, que no pueda cumplir las cosas que me propongo ni aunque cambie mi yo casi por completo.

Sigo sin explicarme por qué el destino, el Karma, la vida, o como quieran llamarlo, me esté influyendo todo esto. Supongo que la única forma de averiguarlo se encuentra más allá, donde el pensamiento y la realidad se unen formando un solo ente: la vida. En estos momentos, no me importaría descubrir que esta realidad no existe, que en realidad solo soy un perro callejero con problemas mentales que sueña que es una persona. Que sólo soy un cerebro conectado por electrodos a una red gigante que une a todo ser vivo. Qué esto es Matrix. Lo que sea, menos que todo esto pase.

Tengo que seguir curándome las heridas, empezando por arreglarme la nariz que la Península me hundió para adentro, el moratón del dedo meñique que me hice pegándole a la pared y los cabezazos contra el marco de la puerta.

Firmado:
Un herido en la guerra de la vida.

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