Creo que todos hemos meditado sobre éste tema, al menos, una vez en la vida. La mayoría vivimos nuestro día a día sin que nos pase siquiera el tema por la cabeza hasta que, por algún giro de esos que suelen pegar los acontecimientos, una persona cercana a nosotros llega hasta el final de ese duro y escabroso camino que es la vida y nos deja para siempre. Y yo no soy para nada una excepción, y necesito sacar de mi fuero interno los sentimientos que ésta situación en mí provoca. Y como soy un tío bastante extraño y me encuentro solo en éstos momentos, lo haré como mejor sé: Escribiendo.
Hace casi medio año perdí a una persona muy importante. Una persona a la que siempre quise, quiero y querré con toda la fuerza de mi ser. Una persona a la que no veía mucho en los últimos años, pero que siempre me recibió entre sus brazos con todo el amor del mundo y que me dedicaba un amor que me hacía pensar que, de alguna manera, las buenas personas seguían existiendo en el mundo. La noticia, recibida a través de los labios de mi madre mientras yo dormía una mañana de Mayo, sacudió todo mi ser como una descarga eléctrica. Lo primero que se pasó por mi cabeza fue la soledad que a partir de entonces embargaría a su pareja. Tantos años de vida juntos, experiencias y vivencias que llegan a un desgraciado fin. Es lógico que quien note más su ausencia sea la persona que más cerca estaba de ella. El simple hecho de pensarlo me hace sentir como una auténtica mierda. La tristeza del asunto me supera y provoca que una persona como yo, que siempre parece estar fría y distante en ciertos momentos, sienta una pena terrible.
Siempre quedará en mi su recuerdo, su bondad, su alegría y las enseñanzas que me otorgó. Sin embargo, me apena saber que no podré verle más. Debe ser que he llegado a un punto donde, a pesar de mis despistes y defectos, soy más consciente que nunca del mundo que me rodea y siento que uno de los pilares que me hacían creer en el mundo ha desaparecido. Sin embargo, ella nunca habría querido que me rindiese y sé de buena fe que estaba bastante orgulloso de mí. Sobre todo, me enorgullece bastante saber que, antes de morir, estuviese contenta porque me había visto hacía poco y se sentía orgullosa de mí. No puedo fallarle a una persona que siempre tuvo tanta fe en mí... No puedo. Mi forma de ser me impide que le haga semejante feo a su memoria. Y no lo haré, pase lo que pase. Creo que siempre debe quedar en nosotros lo que esa persona ha aportado a nuestras vidas, honrando así su memoria.
Es más, ahora pienso en todas aquellas veces que quise quitarme la vida y pienso la gran tontería que habría sido. Causar tanto dolor y sufrimiento en las personas que quiero por simple egoísmo y gilipollez de uno... Sólo un monstruo desalmado y sin escrúpulos sería capaz de cometer semejante barbaridad, y ése no es mi caso. Siempre hay que creer en uno mismo o, si no, nada funcionará.
Espero que, en caso de que exista una vida después de la muerte, se encuentre en el mejor de los paraísos y que sepa que tanto yo como el resto de la familia no le olvidamos.
Abuela, no tengo más que buenas palabras para tí. Muchas gracias por haber pasado por mi vida y espero volver a verte algún día.
Ahora tengo que seguir adelante y no rendirme nunca, tal y como tú me habrías aconsejado...
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