Michael se bajó de la guagua, pasó la tarjeta por el lector para que le validaran el viaje y empezó a caminar hacia su casa. Algo que es, en apariencia y en realidad, parte de su rutina de estudiante universitario. Sin embargo, por casualidades del azar, recordó que, siendo más pequeño, tenía un diario. No sabe del todo por qué, pero está acostumbrado a que las cosas le vengan a la mente de esa forma: espontáneas, sin explicación lógica alguna. Su mente siempre fue un hervidero de ideas que solo necesitaba un pequeño empujón para sacarlas a flote. Hoy, por un capricho del devenir, pensó que quizás sería bueno volver a coger un boli y una libreta para apuntar que es lo que ha pasado recientemente en su vida y tener una vía por la que expresar las ideas, inquietudes y emociones que le pasan por el coco. Tras afirmar mentalmente que volvería a coger un diario, siguió hacia su casa sin más distracciones.
Tras abrir la puerta de su casa, quitarse la camisa y secarse el sudor, se sentó frente a su mesa, abrió una vieja libreta que por allí tenía guardada y comenzó a escribir:
¡Hey, viejo amigo!
Creo que hace bastante tiempo que no nos vemos. Por no se qué azares de la vida, dejé de escribirte hace bastantes años y hoy me acordé de tí. Espero que no estés molesta conmigo, pues no fue algo malintencionado. Es más, hoy te pondré al corriente de todo lo que te has perdido y te contaré lo que me ronda por la cabeza.
Te haré un pequeño resumen: Creo que la última vez que te escribí era un pingajo de menos de 13 o 14 años y empezaba la ESO. Pues bien, por aquél entonces las cosas empezaban a irme medianamente bien hasta que me enamoré de la que fuera mi mejor amiga. No ahondaré en el tema ahora mismo, pero sólo puedo decir que fueron dos años de continua tortura y sufrimiento por parte de una persona con la que estaba totalmente equivocada y que me sumió en un profundo hoyo de tristeza, depresión y vacío. Gracias a mi madre y unos buenos amigos de verdad pude salir de todo eso y cambiar radicalmente mi personalidad de niño a semiadulto. Tras un tiempo lleno de paz y amistad en el que pude dar a luz infinidad de buenos proyectos, conocí a una chica que vivía bastante lejos. Sin meternos mucho por ahora en éstos páramos, he de decir que salimos y rompimos a los 11 meses. La relación no era para nada sana y me estaba ganando bastantes problemas con algunos amigos. Cabe destacar que, a pesar de que en ciertos momentos lo pasé mal, no fue tan grave gracias a todo lo que aprendí de mi anterior fracaso.
Tras todo ésto (y tras un hecho que me abrió bastante los ojos) llegó un momento en el que me di cuenta de que era necesario seguir adelante con una diabólica sonrisa y sin tenerle miedo a nada. A tanto llega ésto que mi último patinazo amoroso no me haya dolido realmente. De hecho, aunque me costó enterarme porque soy bastante tímido y me llevó un tiempo darme cuenta, no estoy triste. De hecho, estoy contento porque es la experiencia más sana que he tenido en el amor en toda mi vida. ¿De qué se trata? De un clásico que se suele decir mucho que le pasa a las tías con los hombres perfectos pero que nunca había oído que haya pasado al revés. La chica que me gustaba, cuando se dio cuenta ya de ello, me dijo que era lesbiana.
Y bueno, eso no quita para que me parezca una bellísima persona y quiera conocerla más, pero es una experiencia nueva para mí, a la vez que extraña. ¿Por qué? Pues por el hecho de que nunca pensé de que me pasaría algo así, pero bueno... A mí nunca me pasan cosas comunes, eso lo has sabido tú siempre. En realidad, a nadie le pasan cosas comunes, pero hay algunos con una suerte más rara que otros.
En resumen, que sé que aún soy un pingajo y me falta por vivir bastante, pero creo que ya puedo decir que tengo más madurez que muchas de las malas compañías que han pasado por mi vida, y eso ya es bastante. En fin, colega diario, espero volver a hablar contigo pronto y que te hayas gozado éste reencuentro, porque yo lo necesitaba. ¡Nos veremos pronto!
Entonces, cuando ya llevaba dos horas de escritura ininterrumpida (el chico es bastante lento para escribir) y redactó las últimas líneas, cerró la libreta y la dejó encima de su mesa. Se echó en la cama y cerró los ojos. Mañana amanecerá un nuevo día.
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