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sábado, 20 de febrero de 2016

Agradecimientos y reflexiones

Muy buenas a todos. Como bien sabrán si han leído la entrada anterior a ésta, he estado fuera durante un tiempo debido a ciertos problemas personales que han sacudido lo que hasta ahora era mi vida personal y académica. Ha pasado ya casi una semana y, a pesar de que los problemas aún no se han resuelto del todo, se puede decir que he podido calmarme un poco y ver las cosas desde una perspectiva mucho más pacífica y menos dolorosa. No daré detalles ni nombres de ningún tipo por dos simples motivos: uno es que no quiero apagar el fuego con gasolina (provocar la ira de nadie innecesariamente, pues creo que ya he tenido suficiente guerra), y otro es que quiero preservar la intimidad de todos, tanto aquellos que me han escuchado, visto y apoyado durante estos momentos tan convulsos como las otras personas que los provocaron (de forma directa o indirecta) y, en última instancia, aquellas personas que no se habían enterado o que decidieron no meterse y a las cuales respeto tanto como el que más. También es cierto que pretendo que esta entrada sea corta y concisa, por lo que me ahorraré contar nada y saltaré directamente a decir lo que he venido a decir en el día de hoy.

Quiero agradecer a todos aquellos que, en mayor o menor medida, han estado ahí y se han preocupado e interesado por mí. He recibido una cantidad de cariño y ayuda tal que, probablemente sin exagerar, sea la mayor que he recibido de parte de mis amigos y compañeros desde hace años. Todos ellos me han escuchado y dado su opinión personal con total sinceridad y cariño, y yo he escuchado con total atención a todos y cada uno de ellos. Es por ellos que he podido alcanzar una relativa paz mental hasta que se pase la tormenta y por los que, en definitiva, seguiré con mi asquerosa carrera hasta el final. Sí, el horario sigue siendo una mierda y seguiré siendo apalizado por el pobre estado de la educación universitaria de este país, pero al menos podré tener un maldito trozo de papel para que la sociedad me deje hacer lo mío sin joderme la existencia al final de todo esto. Son éstas personas y muchas más que sé que habrían hecho lo mismo que éstos a los que hoy agradezco de haberse enterado de toda la situación con las que compartiré mi alegría, mis éxitos y mis dosis industriales de Forelliadas durante todo el tiempo que nos quede. De nuevo, chicos y chicas, eternamente agradecido. Han demostrado que la decisión que tomé más allá después de todo el tema de Miércoles fue un implacable acierto.

Sobre las personas que son, por decirlo de una forma algo eufemística y "políticamente correcta", el ojo del huracán, sólo puedo decir que no les guardo rencor alguno, porque sé que no actuaron desde la maldad. Sin embargo, la ignorancia puede ser mucho más peligrosa que ésta, sobre todo si va acompañada de problemas de comunicación del tamaño de Texas. De hecho, me gustaría seguir viéndolas como las personas maduras y responsables que creo que son y que, desde que tengo conocimiento de las mismas, siempre han sido. Sin embargo, sé que el orgullo es muy fuerte en algunas ocasiones y no estoy seguro de si ésta es una de esas veces. Me gustaría pensar que no, que se den cuenta de lo que ha pasado y que hagan lo que crean que tengan que hacer. Yo me mantendré al margen hasta que lo decidan, pero confío en que harán lo correcto. No me gustaría quedarme con ésta imagen dañina que he visto esta última semana, aún así. Espero no haber cometido un error al pensar que puedo llamarlas "amigas" o "compañeras". De verdad que espero que todo esto no haya sido más que un horroroso malentendido y que no sean el ejemplo de que hasta la sonrisa más bonita puede esconder el más ponzoñoso de los venenos.

Por último, diré que voy a seguir semi-retirado de mis tareas como blogger para no tener esa preocupación encima durante este tiempo de readaptación que tendré que cumplir de cara al futuro que me resta en la carrera. Seguiré haciendo entradas cuando tenga inspiración y material para las mismas, pero no habrá nada regular hasta nuevo aviso. De forma resumida: no habrá Críticas del Mes durante un tiempo. Pero no se preocupen, que volveré pronto.

Nos vemos por las redes. ¡A seguir bien! Y de nuevo, muchas gracias a todos, tanto por el apoyo prestado como por haberse tomado la molestia de leer esta breve entrada.

martes, 26 de enero de 2016

La Crítica del Mes (Enero 2016): No soy ningún perro guardián

En los recientes días y a raíz de un nimio y momentáneo problema con un gran amigo, he vuelto a pensar sobre un tema que me ya me dio en el pasado uno o dos quebraderos de cabeza, sobre todo en mi época de noviazgo con Wonder Woman, hace ya dos años y medio. Y quizás el tema que vengo a exponerles hoy les parezca una absoluta nimiedad y ustedes ni siquiera lo contemplan en su día a día, pero a mí me choca bastante e incluso podría relacionarlo con algo tan repulsivo y (lamentablemente) cotidiano como es el machismo. Y es muy probable que después de leer ésta entrada, si bien no cambien de parecer al respecto, tengan algo en lo que pensar seriamente durante unos minutos con respecto a sí mismos y a la mierda de sociedad que nos rodea. No me importa si coinciden conmigo o no, me doy por satisfecho con que se hayan tomado el tiempo de reflexionar sobre el tema y sopesarlo detenidamente.

Recurriré a un ejemplo con tal de explicarme mejor. Imaginemos, pues, que una persona del género masculino es pareja de una del género femenino. Como es de esperar, ambos tienen amigos, ya puede ser en común o no. Por los motivos que sean, los amigos de él hacen bromas, se meten o, incluso, hacen algún tipo de alusión a ella (no abierta) en algún medio de fácil acceso para el público. ¿Es deber del chico, pues, sentirse dolido y/o tiene la obligación de salir a la palestra y defenderla? ¿La chica debe limitarse a llorarle a su novio esperando que éste deshaga el supuesto "agravio" cometido por sus compañeros? En caso contrario, ¿significaría que el chico no quiere a su novia? Estoy completamente seguro que más de uno habrá contestado "sí" a dos de las preguntas, si no a las tres. Mi respuesta, no obstante, a esas mismas interrogantes es un NO en mayúsculas, grande y sonoro como ningún otro lo será jamás en la historia de la humanidad. Expreso así mi total aversión a esta mierda de convención social que tan arraigada está en nuestra moral por varios motivos que yo considero de peso y que procederé a detallar uno por uno para dejar bien clara mi postura al respecto:
  • Es machista. Al saltar automáticamente a defender a tu pareja (si eres hombre y heterosexual) das a entender que ella es más débil que tú y que no tiene la capacidad ni la madurez para defenderse por si misma, como si fuese un niño o una persona inválida. Al ir corriendo a llorarle a tu novio (si eres mujer y heterosexual) demuestras que estás de acuerdo con ese papel que la sociedad te ha atribuido de damisela en apuros que necesita de un príncipe azul cada vez que se moleste por algo. Démosle a nuestras compañeras la estimación, la confianza y la libertad que merecen, tanto unos como otras.
  • Muchas veces pueden ser simples bromas. Vale, que una broma repetida muchas veces cansa y harta, pero eso pasa con todas las bromas y chistes. El ciclo es tan simple como crear la broma, extenderla, quemarla y guardarla en el cajón. Nadie es quién para establecer qué es gracioso y qué no, eso es algo subjetivo. Lo único que se puede hacer es mostrar tu desacuerdo o tu repulsa, pero no puedes impedir que se haga una broma, pues entonces se caería en algo que creo que todos odiamos aquí y que, por consiguiente, no queremos ni en pintura: la censura y la represión de la libertad de expresión.
  • El que se pica, ajos come. Si se diera el caso de que es un insulto continuo y no una broma y, sobre todo, si sabes que lo que se dice no es cierto, me remito al popular refrán que abre este punto. Si buscan dañarte mediante la difamación gratuita y sin base, sigan con sus vidas. No les den una atención que no merecen. No dejen que dichos comentarios les amarguen. La mayor cachetada que se le puede dar a estas personas es la total indiferencia.
En resumen, queridos amigos: Cada persona con total uso de razón y de sus facultades mentales debería ser capaz de defenderse de toda afrenta personal sin necesidad de recurrir a terceros, por muy allegados que éstos sean. Meter almas inocentes en sus guerras personales no hará más que aumentar las bajas morales y el malestar general de todos y vale más callar y conservar la buena relación con ambos lados que declinar la balanza hacia ninguno de los mismos. Y yo, desde hace un tiempo, lo he predicado con el ejemplo. Ni salto por nadie ni pido a nadie que salte por mí. No soy el perro guardián de nadie. No lo sean ustedes tampoco.