martes, 26 de enero de 2016

La Crítica del Mes (Enero 2016): No soy ningún perro guardián

En los recientes días y a raíz de un nimio y momentáneo problema con un gran amigo, he vuelto a pensar sobre un tema que me ya me dio en el pasado uno o dos quebraderos de cabeza, sobre todo en mi época de noviazgo con Wonder Woman, hace ya dos años y medio. Y quizás el tema que vengo a exponerles hoy les parezca una absoluta nimiedad y ustedes ni siquiera lo contemplan en su día a día, pero a mí me choca bastante e incluso podría relacionarlo con algo tan repulsivo y (lamentablemente) cotidiano como es el machismo. Y es muy probable que después de leer ésta entrada, si bien no cambien de parecer al respecto, tengan algo en lo que pensar seriamente durante unos minutos con respecto a sí mismos y a la mierda de sociedad que nos rodea. No me importa si coinciden conmigo o no, me doy por satisfecho con que se hayan tomado el tiempo de reflexionar sobre el tema y sopesarlo detenidamente.

Recurriré a un ejemplo con tal de explicarme mejor. Imaginemos, pues, que una persona del género masculino es pareja de una del género femenino. Como es de esperar, ambos tienen amigos, ya puede ser en común o no. Por los motivos que sean, los amigos de él hacen bromas, se meten o, incluso, hacen algún tipo de alusión a ella (no abierta) en algún medio de fácil acceso para el público. ¿Es deber del chico, pues, sentirse dolido y/o tiene la obligación de salir a la palestra y defenderla? ¿La chica debe limitarse a llorarle a su novio esperando que éste deshaga el supuesto "agravio" cometido por sus compañeros? En caso contrario, ¿significaría que el chico no quiere a su novia? Estoy completamente seguro que más de uno habrá contestado "sí" a dos de las preguntas, si no a las tres. Mi respuesta, no obstante, a esas mismas interrogantes es un NO en mayúsculas, grande y sonoro como ningún otro lo será jamás en la historia de la humanidad. Expreso así mi total aversión a esta mierda de convención social que tan arraigada está en nuestra moral por varios motivos que yo considero de peso y que procederé a detallar uno por uno para dejar bien clara mi postura al respecto:
  • Es machista. Al saltar automáticamente a defender a tu pareja (si eres hombre y heterosexual) das a entender que ella es más débil que tú y que no tiene la capacidad ni la madurez para defenderse por si misma, como si fuese un niño o una persona inválida. Al ir corriendo a llorarle a tu novio (si eres mujer y heterosexual) demuestras que estás de acuerdo con ese papel que la sociedad te ha atribuido de damisela en apuros que necesita de un príncipe azul cada vez que se moleste por algo. Démosle a nuestras compañeras la estimación, la confianza y la libertad que merecen, tanto unos como otras.
  • Muchas veces pueden ser simples bromas. Vale, que una broma repetida muchas veces cansa y harta, pero eso pasa con todas las bromas y chistes. El ciclo es tan simple como crear la broma, extenderla, quemarla y guardarla en el cajón. Nadie es quién para establecer qué es gracioso y qué no, eso es algo subjetivo. Lo único que se puede hacer es mostrar tu desacuerdo o tu repulsa, pero no puedes impedir que se haga una broma, pues entonces se caería en algo que creo que todos odiamos aquí y que, por consiguiente, no queremos ni en pintura: la censura y la represión de la libertad de expresión.
  • El que se pica, ajos come. Si se diera el caso de que es un insulto continuo y no una broma y, sobre todo, si sabes que lo que se dice no es cierto, me remito al popular refrán que abre este punto. Si buscan dañarte mediante la difamación gratuita y sin base, sigan con sus vidas. No les den una atención que no merecen. No dejen que dichos comentarios les amarguen. La mayor cachetada que se le puede dar a estas personas es la total indiferencia.
En resumen, queridos amigos: Cada persona con total uso de razón y de sus facultades mentales debería ser capaz de defenderse de toda afrenta personal sin necesidad de recurrir a terceros, por muy allegados que éstos sean. Meter almas inocentes en sus guerras personales no hará más que aumentar las bajas morales y el malestar general de todos y vale más callar y conservar la buena relación con ambos lados que declinar la balanza hacia ninguno de los mismos. Y yo, desde hace un tiempo, lo he predicado con el ejemplo. Ni salto por nadie ni pido a nadie que salte por mí. No soy el perro guardián de nadie. No lo sean ustedes tampoco.

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