Ahora mismo, dos buenos amigos míos están uniéndose en lo que creo que es el acto más bonito y placentero que dos individuos pueden hacer juntos y de mutuo acuerdo. Y siendo sinceros, me dan una envidia considerable. ¿Soy mala persona por ello? No creo, pues me estoy alegrando por esas dos maravillosas personas y no hago nada para impedirlo. El problema está cuando la persona que envidia quiere que todos nos rijamos bajo sus mismas normas. Normas impuestas por una secta mafiosa y una sociedad sin mente ni alma que oprimen a los que son felices bajo el subliminal lema de "Si nosotros no podemos ser felices, tú tampoco".
Ojalá pudiera yo tener algo así con la persona a la que quiero. La verdad, ahora me gustaría poder acariciar su pelo, sentir su piel junto a la mía, su cálido aliento... Pero no puedo tenerlo. No obstante, me siento feliz. Porque la gente a la que quiero es feliz disfrutando de sí mismas y de aquellos con los que quieren. Me da igual que les guste la carne, el pescado o las hamburguesas de falafel, sólo quier su felicidad. ¿Es tan difícil alegrarse por los demás? No, a no ser que la represión y el dogma te lo impidan. Y ni ellos ni yo estamos atrapados por ninguna. Lástima de aquellos que sí lo están...
Rizados cabellos, suave piel, ojos marrones.
Mi arcángel, mi musa, mi diosa.
Libélula...
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