A raíz de una discusión reciente con un amigo mío, he recordado bastantes cosas sobre mi menda. Una de ellas es que manejo muy malamente el estrés y las malas vibraciones (en parte por el Asperger, en parte porque me crié en un ambiente donde esa mierda era y es el pan de cada día), y la otra es que no me fío en absoluto de los psicólogos. ¿Por qué? Por cuestiones a las que he llegado mediante la reflexión. Una de ellas es que muchos psicólogos no te tratan como una persona, sino como un número más al que tienen que meter de vuelta a la sociedad. Otra, relacionada con la primera, es que la sociedad es un desfile de máscaras a cada cual más abyecta y horripilante donde la hipocresía está a la orden del día y te miran mal si no cumples con sus expectativas de salvaje falsedad.
La más grande de todas es que la normalidad realmente no existe. El que no tiene arranques violentos por aguantarse las cosas, se enfada con la gente por su pasado, o habla de los demás a las espaldas, o se dedica a atraer la atención mediante el victimismo más sucio, o muerde bolis, o escucha reggaeton... Todos hacemos cosas por la que la sociedad nos miraría mal si nos viera hacerlas. La verdad, prefiero poder expresarme tranquilamente y a gusto que, como otros dicen, "hacer lo impensable por controlarlo". Es ese tipo de pensamientos los que hacen que la sociedad sea un hervidero inmundo de falsedad, por lo que no pienso callarme por una panda de personas que tienen la represión como doctrina en ésta vida. Cuando el mundo se de cuenta de que las enseñanzas e imposiciones de la sociedad no son más que las reglas execrables y putrefactas de un juego retorcido y despreciable creado por los de arriba, la gente será mucho más feliz. Mientras tanto, yo seré el loco que, desde dentro de mi celda, se asome a la ventana cogiéndose de los barrotes y diga: "Cuanta gente hay encerrada ahí afuera".
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