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sábado, 29 de octubre de 2016

La Crítica del Mes (Octubre 2016): SOY UN COCHE Y TOCO LA PITA

Señoras y señores que aquí me acompañan, me hago a la idea de que muchos o están luchando por sacarse o se han sacado ya el carné de conducir en algún punto de sus vidas. Y a ustedes me dirijo para realizar la siguiente pregunta: ¿verdad que está prohibido tocar la pita en poblado bajo ningún concepto a excepción de evitar un accidente, avisar de que se está en una situación de emergencia (y con emergencia nos referimos a llevar a una persona al hospital o algo por el estilo) o para realizar un adelantamiento, fuera de poblado, como extra a los intermitentes? Y contestadas estas preguntas, ¿alguien me puede decir POR QUÉ LA GENTE TIENE QUE TOCAR LA PUTA PITA DE MIERDA PARA TODO? En serio, me cabrea demasiado que la gente use ese infernal ruido para todo. Se ceban con los demás. Y si el otro es novel, más. No puedes ni rascarte un huevo sin que un (o una, que las mujeres también entran en este jueguecito) imbécil se ponga a tocar la pita, porque es un baby boomer al que le vino el carné en la caja de cereales. Y luego esos mismos son los primeros en quejarse de que el vecino hace ruido con el taladro o llama a la policía si intentas rescatar a un gatito de ser aplastado por una ingente cantidad de rocas. Hasta los huevos me tiene esta gente ya con su doble moral y su visión enardecida de sí mismos.

Por mi condición, tengo cierto grado de hipersensibilidad sensorial, sobre todo auditiva. Por tanto, me desagradan sombremanera los ruidos repentinos y estridentes, como son aquellos producidos por una bocina de automóvil. Y si a eso le sumamos que a raíz de dicha hipersensibilidad me asusto con facilidad ante la aparición repentina de los mismos, ahí tienen la explicación a mi odio. No hacia el cacharro en sí, pues tiene su utilidad como todo en esta vida –excepto la ULPGC, que eso no sirve para nada–, sino a su mal uso. Y al igual que yo hay muchas personas que, por los motivos que sean, no soportan ese ruido tan grande y estridente. Entonces, ¿por qué coño las usan? ¿Tanta es la carencia de empatía que tiene el mundo? Creía que eso sólo era inherente a las chicas de pelo negro y de menos de metro sesenta de mi clase. Muchas veces me pregunto si es el mundo el que padece un trastorno mental y no yo. No me parece nada lógico que haya tanta gente o bien ignorante o bien tocapelotas en la carretera. Tampoco entiendo, a su vez, cómo se le entrega el carné a semejantes elementos. Yo desde luego no se los daría o se los quitaba, pues son los responsables de todo el estrés que genera la conducción y, por ende, de tanto accidente y tanta mierda dentro de poblado.

Y no hablemos ya de los que tocan la pita a la gente en bici. AY DIOS MÍO. Tanto por ley como por sentido común está terminantemente prohibido tocar la pita a los ciclistas por detrás. Del susto que puede ocasionar dicho acto, el ciclista puede caer al suelo estrepitosamente o, aún peor, desviarse del camino y terminar o bien atropellado o bien ocasionando involuntariamente un accidente, con todo lo que ello conlleva. Y si la persona es como yo, que se asusta fácilmente con las pitas, mal vamos. ¿Qué coño le pasa a la gente? ¿No saben leer el maldito manual que les dan en la autoesuela más que sea por encima? Señores, que está permitido ir en bici por la carretera, bien pegadito a la derecha para que aquellos como ustedes que tengan prisa pongan el indicador (ese es otro tema que tendré que tratar eventualmente) y adelanten dejando metro y medio de distancia. Porque incluso se puede sobrepasar la línea contínua para ese fin, ¿saben?  Por tanto, no entiendo tanto problema. Y ya los que lo hacen en carreteras que están especialmente señaladas como vías ciclistas, como la que hay por Guanarteme, no quiero ni hablar ya. Un día alguien se va a caer de la bici y el tocapitas a tener que pagar varios miles de euros por irresponsable.

Si por algún motivo estos párrafos aquí presentes no dejan claro el fuerte odio que le profeso a los que tocan las pitas, trataré de dejarlo claro en una frase: A cada uno de los que tocan la pita de esta forma deberían aplicarle, por cada vez que tocan la pita, un pisotón en la cabeza con zapatos de buzo. Así, al menos, alimentamos a los perros con ellos, los animalitos tienen algo que llevarse al estómago y nos dejan tranquilos a nosotros, los conductores que no tocamos los huevos a nadie (o lo hacemos por accidente, que a muchos parece olvidársele que errar es humano). Y aunque suene a tópico, probablemente si los perros hacen caca donde anteriormente se encontraba la cabeza, habrán obtenido 50 puntos de coeficiente intelectual, 100 más de los que tenían con su cabeza natural.

Asi que si estás leyendo esto, te digo: No seas baby boomer. No toques la pita.

miércoles, 31 de agosto de 2016

La Crítica del Mes (Agosto 2016): La sociedad y otras formas de tocarme los cojones

Los más veteranos de éste sitio saben que en las entradas más antiguas siempre tenía una puya preparada en cualquiera de las entradas. Sin embargo, entré por A o por B en una etapa de contención en la que el contenido del blog se suavizó bastante, pero eso ha llegado a su fin. Me he aguantado demasiado las cosas y creo que mi estilo siempre ha sido directo, ácido y apabullante. Ya no tolero la más mínima tontería. Y si hay algo con lo que historicamente y de forma figurada me he pegado de puñetazos es con la sociedad. Sus convenciones totalmente inútiles, sus hipocresías y contradicciones, su manía de meterse en los asuntos que no son suyos y decir que toda la mierda ya mencionada contribuye a una mejor convivencia me hace hervir la sangre. En serio, ojalá el que sea que haya creado ese estilo de vida sea atropellado por un tren de la RENFE y quede tan hecho mierda que tengan que alimentarlo vía intravenosa, que se equivoquen y en vez de ponerle suero en la bolsita, le pongan el meado de un drogadicto hasta que grite pidiendo la eutanasia. Hoy voy a exponer algunos de los motivos para este visceral aborrecimiento (no todos, pues quiero que la entrada no se haga pesada) y ejemplos de primera mano para tratar de que entiendan ustedes, lectores, mi punto de vista.

El primero y principal es que a mí se me da como el culo entenderla. Como Asperger que soy, mi forma de percibir tanto las relaciones sociales como el mundo en sí son muy diferentes a las de la mayoría de los neurotípicos. Eso me ocasiona de forma habitual choques con otras personas. Por poner un ejemplo, hace un par de meses un amigo me invitó a ir a la casa que éste compartía con su pareja. Pues bien, yo tenía cierta confianza con ese amigo y estábamos hablando de un tema. Se fue al baño y me dijo algo que no escuché, por lo que fui al baño, abrí la puerta y hablé con él desde el marco. Tiempo después, quedé de nuevo con este amigo y me dijo que su pareja se había escandalizado fuertemente por ello. Aquí se muestra tanto que la gente que no me conoce de nada ve en mí normalmente una persona excesivamente confianzuda (lo cual no es cierto, pues este tipo de actos y otros peores sólo los hago con amigos y sin ánimo de ofender o molestar) como que son todos unos putos cagados de mierda que no son capaces de decir las cosas a la cara. Y la verdad es que ésta última la hice yo también en los últimos dos años, por influencia de la sociedad. Pero tras sopesar bastante mi vida antes y después de ese cambio, y no puedo hacer más que llegar a la conclusión de que es mejor que se ofendan los demás con su protocolo de mierda a que uno se guarde las cosas. Mis ataques de ira han ido disminuyendo desde que tomé esa dirección y, en un todo, mi vida ha ido a mejor. Sé que a mucha gente puede no gustarles este cambio, pero es lo mejor para mí y el resto del mundo me puede remover la ensalada si no lo aprueban. No pienso entrar a un juego al que ni sé como jugar ni me gusta en lo absoluto.

Lo siguiente es que la gente piensa que las apariencias lo son todo y si no eres como ellos, eres una oveja negra a la que hay que retornar al redil sea como sea. En este caso pondré el ejemplo de mi familia materna. Ésta es, en su gran mayoría, de campo y anticuada. Me atrevería a decir, incluso, que algunos miembros son franquistas. Sea o no así, los cánones de belleza a los que acostumbran todos ellos son a aquellos que imperaban durante la época del Caudillo: pelo corto, afeitado y ropa de marca . ¿Adivinan quién no entraba ni entra en los mismos en esa familia? Exacto, el que aquí les escribe. No había momento en el que no fuera a una fiesta organizada por algún miembro de ellos o que alguna fuera a visitar a mi abuela para ser bombardeado con desaprobación y faltas de respeto varias como solo la gente rancia y "cuñada" sabe hacer: "Hay café... ¡Cafeitarse!", "Qué feo estás con esas greñas", "Así no te van a querer las chicas"... Y así día tras día. Llegó a un punto en el que estuve a punto de partirle la boca a una prima de mi madre. Y todo por no meterse en sus putos asuntos. Yo no les digo cómo tienen que peinarse, vestirse y vivir, así que bien se pueden meter el dedo en el culo y hacer palanca mientras me dejen tranquilo. Y esto que me pasa a mí le pasa a muchos en su día a día y con todo el mundo que les conoce: gente LGBT, estudiantes de artes, personas que estudian carreras que por hache o por be no son consideradas "útiles", personas cuyo estilo de peinar y de vestir diferentes al resto... Y me tiene bastante hartito. Cada uno es como es y nadie tiene que pasar por el aro de nadie, coño. Maldita sociedad metenarices.

Y por último, tenemos a esa parte muy grande de la misma que no solo no dice las cosas a la cara ni se mete donde no le interesa, sino que actúa a las espaldas y no hace más que joder la marrana.  En este caso podría poner el ejemplo de una persona completamente despreciable de gran dentadura que lo único que merece en esta vida es que la destripen sin anestesia mientras le pegan puñetazos y patadas a los órganos que se le quedan pegados al cuerpo hasta que muera de dolor, pero quiero contar algo y no dejarme llevar por la furia, así que pasaré a otro que, si bien es más externo a mi persona, me sigue pareciendo despreciable. Un familiar de un amigo mío es conocido a lo largo de su barrio (y parte de los terrenos colindantes) por su gran afición a cuidar de cierto tipo de mascotas. Sin embargo, la sociedad no puede dejarla en paz ni un sólo minuto. A pesar de que esa persona presenta ciertas características que dificultan una satisfactoria comunicación, lo lógico sería tratar de hablar con ella y otra persona capaz de hacerle entender lo que el primero le comunica para solucionar cualquier problema que pudiese haber. Pero claro, es la sociedad, no le pidas lógica. Voy a dejar fuera en esta ocasión a los hijos de esas personas, que se dedican a perseguir a esta mujer, tirarle cosas y gritarles insultos bastante fuertes (a esos como los coja un día, voy a coger las cosas que tiran, metérselas por el esófago hasta que sus dientes queden a la altura de mi codo y removerlos por dentro como una puta batidora). Centrémonos en los propios vecinos, esos que se dedican a quejarse de que esos animales ensucian, rompen y destrozan sin tener en cuenta que eso podría ser ocasionado por otras fuentes. Y sobre todo en una vecina nueva, una que debido a que no rije demasiado bien se ha dedicado a desenterrar toda esa mierda que ya estaba más o menos olvidada. Y así muchas personas día tras día. Es algo ya habitual en la sociedad hacer caso y creerse esa mierda del "homo homini lupus" e ir jodiendo por las espaldas a ocasionar el mal ajeno para que todo encaje en sus ideales.

Para acabar, podría escribir una parrafada resumiendo todo lo que me parece tanto la sociedad en sí como las prácticas aquí detalladas, pero dicen que una imagen vale más que mil palabras: