viernes, 26 de septiembre de 2014

Entradillas Forellianas Nº 17: Amor por las barbas

Bueno, creo que huelga bastante decir que poseo un prominente vello facial, no tanto en la zona del labio superior y los cachetes como en la parte baja de mi cara. Vamos, que tengo una pedazo de barba en ciernes. ¿Y por qué? Pues porque me gusta. Porque desde pequeño siempre quise tener, a la vez que un pelo largo, un buen vello facial. Pero claro, mis padres nunca me dejaron crecer el pelo de pequeño, por lo que aproveché ahora de mayor. ¿Es, entonces, que tienes barba por simple rebeldía? No... Al menos no sólo por eso (aunque lo de tener barbote me ha permitido aumentar el carisma enormemente, he de admitir). La verdad es que mi barba representa, para mí, el tiempo que ha pasado desde que renací como Forelli, como pasé de ser un simple niño a ser la persona que soy hoy, con todos los éxitos y fracasos que haya podido tener por el camino (y mi barba también ha sufrido esos cambios, a decir verdad). Para muestra, les dejo un botón:

Foto de mi DNI (en la época Joshy Pig) y otra en Segundo de Bachillerato. Como verán, entre las dos fotos han pasado un año o así y ya se ve la diferencia en las caras... Y la barba.

Y aquí podemos comporbar como mi excelsa y hermosa barba es una tremenda preciosidad en 2014 y en Segundo de carrera, tras varios palos y un tiempo de reflexión considerable.

Además, tener barba mola. Puedes acariciártela en cualquier lado sin que te digan nada, muchos no te reconocen tras haber pasado tiempo sin verte (y con ello puedes evitar tener que hablar con gente que te caiga mal), puedes evitar quemarte el cuello si vas a la playa... En resumen, tener barba es una gozada muy grande y recomiendo encarecidamente dejársela crecer a todo hombre que se encuentre entre los lectores (aunque la sociedad tenga un problema inexplicable con ellas, que les folle un tiburón martillo). Me despido con un nuevo lema: Barba de enanos, barba de sanos.

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