Mi padrastro
(y única “figura paterna” desde el accidente de teléfono que se llevó a mi
padre por delante) me despierta diciendo que en media hora vamos a ir a casa de
mi abuela para quedarnos esa noche a dormir. Me viene genial para comenzar con
este exilio autoimpuesto y, ya de paso, pensar. Me levanto con el cuerpo
dolorido, como si Onslaught me hubiese pegado una paliza tremenda antes de irme
a dormir. Supongo que mi estado anímico ha tenido algo que ver.
Tardamos más
de una hora en marcharnos a casa de mi abuela. Saqué de la biblioteca tres
números de la Biblioteca Marvel de Spiderman, por lo que aproveché e el coche
para ver cómo se las apañaban Stan Lee y Steve
Ditko en aquella época. De fondo, mi música, como normalmente la llevo
en el coche.
Llegamos y
descargamos todo el equipaje. Mi hermano está en la salita donde lo ponen
siempre. Me pide que le ponga un CD de los Cantajuego en el DVD portátil. Se lo
pongo, me tumbo y me dice que él quiere tumbarse conmigo. De repente y sin
precedente ninguno, le digo que estoy triste (sorprendente, yo que siempre me
guardo todo para no joder a nadie más, vaya y le cuente algo a mi hermano). Mi
hermano me pregunta por qué. Yo, de forma que él me entienda un poco y tampoco
para preocuparle, se lo cuento. Me da muchos besitos en la mejilla izquierda.
Es la primera vez que veo a mi hermano sensibilizarse con algo que no sea suyo,
aunque sea un poco. Pasé con él lo que puede que sea uno de los mejores
momentos que los dos juntos hayamos tenido jamás.
Necesitaba relajarme
y distraerme un poco, por lo que en casi todo el día no hice nada. Lo más
destacable es que me pasé los Metal Slug 1, 2, 3 y 4. Puede que haga algún día
alguna sección para analizar videojuegos, y empiece con esta saga.
Este es el
primer día de lo que cada vez parece un exilio autoimpuesto más duradero que
nunca. El Tachú leyó mi anterior texto y sólo me dijo que no estaba de acuerdo
con algunas cosas. Sarman me ha mandado apoyo y me ha hecho saber de su
disponibilidad como buen amigo que es. Al cierre de la edición de este texto
que aquí leen, nadie más ha comentado ni ha incumplido mi petición de soledad.
¿Por qué
mierda la Península es tan orgullosa? ¿Por qué Europa del Este es tan
inestable? ¿Por qué no pueden comportarse como dos putos países normales y
dejan de pelearse? Siguiendo con la Península, ¿por qué tiene esa manía de meterse
el dedo en una herida que ya debería haber estado cosida? Y cuando uno intenta
aplicarle la cura que tendría que haber aplicado hace mucho tiempo, ¿por qué me
pega ese puñetazo en la nariz, y se sorprende de que me cabree mientras tengo
el tabique hundido y lleno de sangre? No me sentía así desde la era JP. No
recordaba que doliera tanto. No recordaba que fuera tan impotente, que no pueda
cumplir las cosas que me propongo ni aunque cambie mi yo casi por completo.
Sigo sin
explicarme por qué el destino, el Karma, la vida, o como quieran llamarlo, me
esté influyendo todo esto. Supongo que la única forma de averiguarlo se
encuentra más allá, donde el pensamiento y la realidad se unen formando un solo
ente: la vida. En estos momentos, no me importaría descubrir que esta realidad
no existe, que en realidad solo soy un perro callejero con problemas mentales
que sueña que es una persona. Que sólo soy un cerebro conectado por electrodos
a una red gigante que une a todo ser vivo. Qué esto es Matrix. Lo que sea,
menos que todo esto pase.
Tengo que
seguir curándome las heridas, empezando por arreglarme la nariz que la
Península me hundió para adentro, el moratón del dedo meñique que me hice
pegándole a la pared y los cabezazos contra el marco de la puerta.
Firmado:
Un herido en
la guerra de la vida.
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