El atardecer caía sosegadamente sobre aquél apacible barrio. Bajo el áureo manto de rayos solares que lo cubría, un joven caminaba por las calles buscando el consuelo de la soledad y el aire fresco que sólo un paseo vespertino sabía darle. Éstos días, más que nunca, lo necesita al igual que un pez necesita del agua para vivir. Necesita desahogarse, sacar de su cándido y sufrido corazón lo que con la palabra hablada jamás podrá. Y es por ello que necesita salir a la calle, para ver a los niños jugar en el parque y a las ancianas hablar de cómo cocinar croquetas. Para ver a los señores paseando a sus perros con un periódico debajo del brazo. En definitiva, para ver cómo fluye la vida. Vida que a él le falta desde hace mucho, mucho tiempo. Tras ver suficiente, se marchó a su casa tan sosegadamente como salió de la misma.
Pasó la llave por la puerta, la abrió y, dando un pequeño empujoncito, la cerró. Se dirigió a su cuarto, donde estaban su escritorio y su cama. Se sentó frente al primero, sacó una libreta y un discreto bolígrafo azul. Ni corto ni perezoso, empezó a mover el esferográfico encima del papel rayado como si éste le estuviese proporcionando las más sensuales caricias. Tras hora y media de intensa escritura y continua fricción del utensilio sobre la hoja, se podía leer lo siguiente:
Para la princesa de mis sueños:
Decir que te amo es poco. Es más, el verbo "amar" se queda en total vergüenza ante lo que siento por tí. Sin embargo, ¡ah, cruel destino!, es otro quien posee tu corazón. Si hay un dios mirándonos desde los más celestes cielos, ¿por qué es tan cruel como para ponerme delante el envoltorio de semejante bombón, si ya hay otro que ya se lo ha comido? Entiendo que la vida sea así de cruel y arbitraria, ¿pero era acaso necesario que me hiciera ésta jugarreta precisamente contigo? Tú, la persona más sensible, amable y dulce que jamás he conocido. Tú, la prueba de que aún hay gente como yo, gente por cuyas venas corre el arte, ya sea dibujado, pintado o escrito. ¿Por qué?, le pregunto a todos los dioses habidos y por haber. ¿Por qué?, me pregunto a mí.
Me enamoraron tus rizados cabellos, tus profundos y cautivadores ojos del color del más dulce chocolate, los hoyuelos que se forman en tu cara cuando sonríes... Me enamoró tu madurez, tu total ausencia de prejuicios, tu creatividad a la hora de dibujar y diseñar... Es pensar en tí y perder el aliento. Mi destrozado corazón se regocija en sentimientos que jamás serán correspondidos. Mi desasosegada mente trata de no pensar en tí, pues sabe que éso sólo le traerá mayor malestar. Mi perpetua condena es la de observarte desde la distancia, ocultar mis sentimientos, morderme la lengua. Porque aunque lo intente con todas mis fuerzas, no quiero dejar de mirarte. Y lo peor de todo, no puedo.Además, no soy capaz de confesarte mis sentimientos. Carezco de la valentía y la habilidad necesarias para ello. Maldigo a mi suerte y me maldigo a mí mismo, pues bien sabe Dios que las pocas veces que lo he intentado ha salido de pena. Y he tenido demasiadas pérdidas por el camino, no quisiera perderte a ti también.
A pesar de todo ésto, me alegra que estés ahí. Me alegra que no huyas de mí, que me trates de verdad como un amigo y no como a un compañero más o, peor, a un compañero molesto. Me alegro de tu presencia a pesar de no poder tenerte. Huelga decir que con tu amor sería el hombre más feliz vivo. Envidio a tu novio más que a nadie en este planeta, espero que te esté haciendo muy dichosa.
Con éstas líneas me despido de tí, mi amor platónico. Nos veremos en clase.
Atentamente,
Tu escritor sin musa
Contempló el folio varias veces, lo arrancó de la libreta y lo dobló. Antes de guardar el bolígrafo, escribió en letras grandes en uno de las dobleces PARA LA PRINCESA DE MIS SUEÑOS. Luego, abrió un cajón que estaba lleno de papeles doblados con la misma inscripción y lo arrojó dentro. Pensó, con rabia, cómo era incapaz de destruir todas esas cartas y, peor aún, cómo era incapaz de entregárselas a ella. Miró de nuevo al cajón durante diez tensos segundos y lo cerró. Se echó en la cama y se tapó completamente. Cerró los ojos y se dejó llevar en los brazos de Morfeo. Una vez más, la vida venció al amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario