REFLEXIÓN DEL CAMINANTE
Me encuentro a la deriva
con una capa colgando
caminando sin rumbo
y sin nadie al mando.
El sol del atardecer
baña mi cuerpo y la tierra,
y me recuerda que, antes
del final, hay un recorrido.
Un recorrido variante,
imprevisible, el cuál
cada uno decide con sus
actos frente a la Madre Karma.
El mío sólo ha comenzado,
aunque no con muy buen pie.
Siempre se ha dicho que
los grandes tienen malos comienzos.
Ahora me encuentro fuera,
en un camino de la Madre
Tierra, sabiendo que
me he ganado su redención.
Y entonces, sonriente,
sigo mi camino, alegre,
sabiendo que haga lo que haga
soy un hijo nuevo.
GRACIAS, MADRE KARMA
Mi mayor bendición es, sin duda
esos pequeños renacuajos
que son mis hermanos.
Cuando me quedé sin ganas
de vivir, alguien o algo
me dio el mayor motivo para ello.
Sólo pedía uno y, sin embargo,
llegaron dos preciosos niños,
con una diferencia de 10 meses.
Ellos me enseñaron a amar,
cosa que ninguno de mis padres
fue capaz de hacer en 12-14 años.
Gracias, Madre Karma, por darme
a conocer a los seres a los que
les debo desde mi alma, hasta la vida.
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