No se alarmen, no he olvidado la entrada correspondiente al mes de Febrero. Sin embargo, debido a ciertos hechos que culminaron y dieron lo peor de sí durante dicho mes, he decidido dejar esa entrada sin hacer como algo simbólico que representará esos momentos tan aciagos que viví en lo personal. No obstante, he vuelto. ¿Qué quiero decir con esto? Que el mejor Forelli ha vuelto a la luz. El gracioso, el amigo, el socarrón... El que jamás debió irse. Y ha vuelto para quedarse. No más tormento, no más locura. El espíritu de éste blog vuelve. No se crean, sin embargo, que ésta introducción eufórica es un simple capricho mío, pues tiene que ver con el tema que quiero abordar hoy. A pesar de lo que podamos creer, no estamos solos en este mundo. Compartimos nuestro planeta con otros seres humanos que, al igual que nosotros, tienen una forma única de pensar, de sentir y de actuar. De vez en cuando, por esa misma idiosincrasia que nos rodea a cada uno de nosotros, entramos en conflicto. A veces hay un verdadero motivo, pero la mayoría de veces se resume o se basa en que ambas personas vieron los actos de la otra de una forma completamente distinta de lo que el perpetrador de dicho acto pretendía. Muchas veces, podemos llegar a obnubilarnos y a pasarlo muy mal sin necesidad alguna. Hablo, por ende, de los malentendidos, esos viejos conocidos tan molestos que muchas veces asoman sus narices en momentos de furia para hacer la convivencia más difícil de lo que ya es en primera instancia.
Son la cosa más repulsiva que pueda existir a nivel de relaciones personales. Peor aún que el odio puro o la maldad pura, pues en dichos casos no hay nada más que malos sentimientos y se puede entender. Pero los malentendidos, por otro lado, hacen que saquemos nuestra peor cara a aquellas personas que adoramos. Y nosotros no queremos ser así con ellos realmente, pero nos vemos "obligados" por ese supuesto daño que se nos ha hecho que luego resulta ser un sucio espejismo creado por el estrés y otros cientos de emociones negativas causadas por la nefasta rutina que hemos de seguir día tras día. No todo tiene que ser malo, no obstante. De este tipo de situaciones podemos aprender muchas cosas sobre los demás, hacernos una idea de cómo ven el mundo y cómo es, en un todo, su forma de pensar y actuar. Desde hace unos años, tiendo a pensar que toda experiencia, por muy mala que sea, nos sirve para aprender, asimilar y desarrollar a nuestros yo internos. Y además, ¿qué sería la vida sin conflicto? Vaya historia de mierda se nos quedaría entonces. Pero lo importante es tener en cuenta que todos somos diferentes y que, pase lo que pase, hay que buscar una resolución pacífica, pues no hay nada peor que perder a un amigo, a un familiar o a alguien de gran importancia por algo que realmente no lo merece en absoluto.
A ver, no quiero darle una lección a nadie. Soy totalmente consciente de que muchas veces surgen, por hache o por be. De hecho, yo he sido víctima (y verdugo) de los mismos durante gran parte de mi vida (si no toda) debido a mi condición de Asperger. Pero por ello puedo decir y digo que en gran parte éstos problemas se pueden evitar de una manera que no siempre es fácil, pero que es totalmente preferible a pasar penurias, enfados y ser transmisor y receptor de malas vibraciones a nivel internacional: la comunicación. Es de vital importancia que cuando se den estas situaciones intenten tomar aire, evitar extender el problema, tomarse un tiempo para reflexionar y, cuando de verdad nos sintamos calmados y preparados, hablar con la(s) otra(s) persona(s). Nos curará en salud y nos ahorrará mucho tiempo que podemos invertir perfectamente en leernos un libro que nos apasione, crear un reclamo para cangrejos ermitaños o aprender a empastarle una muela a tu perro gracias a la infinita sabiduría de la red. Admito que en mis últimas desventuras yo hice todo lo contrario a lo que he dicho en estas líneas y por eso he envejecido dos años de físico y cinco de espíritu. Además de que por ello, una persona a la que quiero y aprecio mucho lo ha pasado muy mal. Por eso, chicos y chicas, les animo a seguir mi consejo en su día a día, pues verán que con buen humor todo va sobre ruedas.
Para terminar, les dedico esta entrada a las personas con las que tuve el malentendido (ellas saben quienes son, encuentro innecesario dar nombre alguno) pues, a pesar de que estamos en un periodo de readaptación, he aprendido bastante de nuestra mala experiencia y espero que ellas hayan hecho lo propio. Como bien aprendí de un personaje que marcó mucho mi adolescencia: "Todo irá bien".
PD: También me gustaría dejar un enlace a mi última creación "literaria", Te observé en la distancia. Se la dedico a una persona en especial que no sé si la llegará a leer alguna vez, pero espero que le guste.