Hubo un tiempo ya pretérito en el que, cuando veía tu cara, veía todo. Ese todo me llenaba, me daba la vida, me hacía feliz. Tu sonrisa, compuesta de unos labios pequeños pero extrañamente carnosos y atractivos y una dentadura recta, blanca y brillante, suponía un inequívoco síntoma de que todo iba bien entre nosotros. No importaba nada más, nuestras diferencias, nuestras chocantes ideas, nuestros estilos de vida. Todo iba bien, porque había amor. No obstante, llegó el día en el que, al preocuparme por tí, me insultaste, me vilipendiaste y quisiste humillarme como jamás haría una persona que de verdad quiere a otra. Entonces no volví a ver tu cara, pues representaba para mí odio, inmadurez e irrespetuosidad. Desde entonces, no volví a ver tu dulce sonrisa, pues pasó de significar mi felicidad a significar mi ira. Ira por la hipocresía que cargaba. Ira por representar lo poco que teníamos en realidad en común y que destruiste en cuestión de minutos. Ira... Porque mi mundo contigo ya no era posible.
Necesitaba tiempo. Tiempo que tú nunca entendiste que necesitara pero que de verdad me hacía falta. Tiempo que tú dijiste pasarlo mal y tiempo con el que finalmente decidiste romper nuestra relación (Aunque yo en un momento de furia dijese que ya habíamos roto, pero fue eso, furia. Luego acordamos que nos daríamos un tiempo, pero siempre fuiste de memoria selectiva). Intenté ser tu amigo, pero no quisiste. Siempre decías que te agobiaba, que no te dejaba respirar, mientras que cuando me fui dijiste que no querías que te dejase sola. Decidiste que, finalmente, saliese de tu vida. que te "dejase en paz", que te dejara vivir. Y eso hice. Empecé a volar solo, a rehacer mi vida, sin ese alma que hacía de mi mundo un lugar no tan frío. Y lo conseguí. Tiré hacia adelante, haciendo de tu ausencia primero un daño colateral, luego un suceso eventual y, por último, un cambio a mejor. Volví a vivir, a ser persona... Hasta que llegó el día.
Navidades, ésas fechas que están hechas para disfrutar de la compañía de los seres queridos pero que, en realidad, están hechas para comprar regalos y así llenar las arcas del capitalismo más salvaje y consumista. Por casualidades de la vida, te recordé. Intentaste contactar conmigo, pero entonces creí que era una mala idea. Luego contacté yo contigo y lo confirmé: nada ha cambiado, todo sigue igual. Sigues siendo la misma niña que no sabe lo que quiere. Sigues siendo la misma niña que dice A pero siente B. Sigues siendo la misma niña que dice estar primero agobiada y luego se preocupa. Ingenuo fui al desenterrar el baúl de los recuerdos. Pues bien, yo no voy a molestarme más. Si algún día maduras y quieres solucionar ésto como las personas, debes ser TÚ quien se mueva, pues yo ya me he jugado bastante.
Sólo hay una cosa diferente a antaño: Antes, al ver tu cara, veía todo. Luego, veía odio, inmadurez e irrespetuosidad. Ahora, sin embargo, no soy capaz de ver nada en absoluto. ¿Me he quedado ciego finalmente y es por eso que ya no veo nada en tí o, por el contrario, he salido de la caverna de Platón y al poder ver por fín, no veo nada en tí porque precisamente no hay nada?
Espero que me demuestres algún día que o me equivoco o que estoy en lo cierto... Pero espero que me lo demuestres.
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