Somos más de siete mil millones de personas los que habitamos éste, nuestro planeta. ¿Qué tenemos todos y cada uno de nosotros en común, más allá de el hecho de pertenecer a la raza del Homo Sapiens Sapiens, en el blanco de los ojos y en la raja del culo? Que vivimos en sociedad. Compartimos el mismo espacio con nuestra familia, nuestros amigos, nuestros vecinos y demás personas, sean éstas queridas por nosotros o no. En la sociedad hay reglas que (dicen) son necesarias para poder llevar una buena convivencia. ¿Quién ha dictado, sin embargo, dichas reglas? ¿A quién benefician realmente? Muchos filósofos se han hecho éstas y otras muchas preguntas sobre éste tema. Thomas Hobbes, un absolutista inglés del siglo XVII, defendía en su obra El Leviatán que el Contrato Social es lo único que evita que nos matemos entre nosotros y más detalles que se pueden recoger en su famosa frase, "el hombre es un lobo para el hombre". Por el contrario, Jean-Jacques Rousseau, contemporáneo de la era de la Ilustración y por tanto de gente como Voltaire o Montesquieu, argumentaba que el hombre es bueno por naturaleza y que son tanto la cultura como el Contrato Social los que nos hacen malvados. Parece que está de moda pensar como el primero y eso es algo que me preocupa profundamente. En ésta Crítica, me gustaría explicar mi punto de vista al respecto y por qué.
Empecemos con las tradiciones y costumbres de cada pueblo. ¿Quién las establece y por qué debería estar siquiera obligado a seguirlas? Y aún diría más, ¿por qué la gente las sigue ciegamente, sin siquiera plantearse de dónde viene o siquiera lo que ello pueda significar? Pongamos un ejemplo: en China hay que rechazar las ofertas o los regalos que te hagan a menos que el que te lo ofrece te insista para que lo cojas. ¿Por qué? Yo cojo las cosas cuando se me dan u ofrecen, pues debería estar implícito el deseo de la otra persona al hacerme la oferta o regalo de que yo lo coja. ¿Soy peor persona por ello? Para los chinos sí. Y todo por algo que no se sabe ni de dónde viene y que reprime nuestros verdaderos deseos. Y así con todo. ¿Por qué tengo que hacer eso o cualquier otra cosa que no siento? ¿Para contentar al resto del mundo? ¿Para mostrar que soy una persona educada? ¿Por el simple hecho de que estamos dentro de un juego en el que todos tenemos que jugar bajo las mismas reglas? Teniendo en cuenta toda nuestra historia, ¿no sería mejor actuar en conjunto buscando un bien común, desechando los ya obsoletos valores y rituales que venimos arrastrando como un siamés con su hermano muerto? Yo pienso que es posible, pero que no estamos preparados aún por culpa de los milenios de demonización del hombre y la insistencia en la "necesidad" de un Contrato Social.
Muchos argumentarán que el ser humano es malvado por naturaleza y actúa por impulsos que deben ser reprimidos. Últimamente, he observado que éste tipo de observaciones son emitidas muchas veces por las mismas personas que le meten mano en el paquete al compañero de clase con el que nunca habla. ¿Entienden lo que quiero decir? Se reprimen continuamente, no son ellos mismos, viven bajo el miedo que una creencia como la de Hobbes implica. No quiero decir con ésto que vayamos matándonos por ahí sólo porque se nos ocurra, simplemente que avancemos en una dirección tal que ése tipo de impulsos no existan mediante el uso del sentido común. ¿Qué satisfacción hay en matar a otra persona así como así, por ejemplo? ¿Llevaría a algún lado humillar a otra persona? Algunos podrían resumir lo que estoy diciendo con "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan". Eso implicaría que debemos ser buenos para que no nos pasen cosas malas, y es un error. Yo usaría más bien la frase "Haz el bien y no mires a quién". Dejémonos de gilipolleces, que ser amable no cuesta nada y nos hace sentir mejor con nosotros mismos y los demás.
Resumiendo, estimados lectores: lo que somos y como somos empieza enteramente por uno mismo, por lo individual. Si cada uno cambia el chip y da lo mejor de sí mismo, se notará. Seremos más productivos, más felices, más humanos y demostraremos que podemos actuar sin necesidad de actuar bajo reglas injustas, arcaicas y contraproducentes. Limpiémonos el culo con el Contrato Social, dejemos atrás nuestra mierda y avancemos hacia la adultez del ser humano. Ya es hora de dejar de temerle al Coco, a Dios o al Mosso D'Esquadra. Ya es hora de ser humano.