Me llamo Jonathan, tengo 35 años y estoy tumbado en la camilla de un hospital. No, no ha sido un accidente con la moto lo que me ha dejado aquí postrado. En realidad sólo soy esa parte inteligente de su cerebro, esa mitad de su ser que intenta salir a flote y que vaya por buen camino. Si está en este estado es precisamente porque NO me ha hecho caso.
Nací un 3 de septiembre de 1999. Mis padres eran lo que en la península se conoce como canis y aquí, en Canarias, se conoce como coyos. Yo siempre intenté salir y hacer de Jonathan una persona de provecho, pero claro, mis padres con su puto Reggaeton altísimo a todas horas, su telebasura del corazón, su consentimiento a todo lo que yo hacía y su continuo mal ejemplo hicieron que yo quedase encerrado en las profundidades de su subconsciente.
Sí, ya desde su temprana infancia era un maldito coyo, Es tan coyo que cree que Sócrates es lo que le dicen a Crates, el caballo del vecino de su abuela, para que pare de correr. O que Cristobal Colón es un primo suyo de Las Rehoyas que siempre se cuela en las discotecas. Aparte de eso, empezó a envenenarme con tabaco y alcohol entre los 12 y los 14 años, y más adelante con todo tipo de drogas. En clase se ponía con malas compañías y no estudiaba nada, además de joder a los demás compañeros. Total, que ha desperdiciado la práctica totalidad de su corta vida.
Empezó a trabajar a los 20 años en la construcción. Hoy, la espalda le ha fallado y le ha dado una hernia discal. Se quedó rígido del dolor y no pudo evitar caer desde un 6º piso. Los análisis, además de los múltiples daños que tiene mi cuerpo, han revelado que tengo un início de cáncer de pulmón, daños cerebrales causados por la droga y problemas del hígado, por lo que me queda un minuto de vida.
Pido perdón a todos aquellos a los que causé mal, a la gente que intentó llevarme por buen camino y se llevaron un chasco pero, sobre todo, pido perdón a la sociedad por no aportarle nada. Ya es la hora, supongo. Mi muerte es lo único bueno que he hecho en mi vida.
Adiós...
Nací un 3 de septiembre de 1999. Mis padres eran lo que en la península se conoce como canis y aquí, en Canarias, se conoce como coyos. Yo siempre intenté salir y hacer de Jonathan una persona de provecho, pero claro, mis padres con su puto Reggaeton altísimo a todas horas, su telebasura del corazón, su consentimiento a todo lo que yo hacía y su continuo mal ejemplo hicieron que yo quedase encerrado en las profundidades de su subconsciente.
Sí, ya desde su temprana infancia era un maldito coyo, Es tan coyo que cree que Sócrates es lo que le dicen a Crates, el caballo del vecino de su abuela, para que pare de correr. O que Cristobal Colón es un primo suyo de Las Rehoyas que siempre se cuela en las discotecas. Aparte de eso, empezó a envenenarme con tabaco y alcohol entre los 12 y los 14 años, y más adelante con todo tipo de drogas. En clase se ponía con malas compañías y no estudiaba nada, además de joder a los demás compañeros. Total, que ha desperdiciado la práctica totalidad de su corta vida.
Empezó a trabajar a los 20 años en la construcción. Hoy, la espalda le ha fallado y le ha dado una hernia discal. Se quedó rígido del dolor y no pudo evitar caer desde un 6º piso. Los análisis, además de los múltiples daños que tiene mi cuerpo, han revelado que tengo un início de cáncer de pulmón, daños cerebrales causados por la droga y problemas del hígado, por lo que me queda un minuto de vida.
Pido perdón a todos aquellos a los que causé mal, a la gente que intentó llevarme por buen camino y se llevaron un chasco pero, sobre todo, pido perdón a la sociedad por no aportarle nada. Ya es la hora, supongo. Mi muerte es lo único bueno que he hecho en mi vida.
Adiós...